Nueva Pompeya

En el siglo XVIII fueron los saladeros, en el XIX, los frigoríficos y en el XX las fábricas de productos químicos, metalúrgicos, textiles, del cuero y otras industrias las que arrojaron sus afluentes y desperdicios a la cuenca del Río Matanza-Riachuelo. Muchas de ellas se ubicaron en las márgenes del

Riachuelo, nombre que toma este curso de agua en el segmento que transcurre en el límite de la ciudad de Buenos Aires con la provincia de Buenos Aires.
En la margen izquierda y en un recodo del Riachuelo se halla asentado el barrio de Nueva Pompeya, bañando su ribera de casi 2 Km con sus aguas turbias y contaminantes. La falta de árboles en la costa se extiende a casi todo el barrio donde son escasos los espacios verdes y sólo encontraremos una aceptable plantación de Tipas blancas sobre la Av. Rabanal (ex Roca) El diseño de sus calles está sostenido por el diagramado de avenidas con generosas y desaprovechadas dimensiones.
Las avenidas Sáenz, Rabanal y Amancio Alcorta que reúnen estas condiciones, podrían ser transformadas en verdaderos bulevares. La Av. Sáenz que cruza y se extiende por todo el barrio, semeja el fuste recto de un Jacaranda, que muy bien decorarían sus veredas. Su amplia calzada permitiría la instalación de un cantero central con árboles y arbustos de efectos ornamentales.
Hacia finales del siglo XIX se inaugura en esta zona un complejo religioso integrado por Iglesia, convento y colegio, bajo la protección de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, tomando este barrio el nombre de Nueva Pompeya. Por la proximidad del Riachuelo se producían periódicamente grandes inundaciones, que afectaban a las precarias viviendas del lugar y hacían de la zona un lodazal intransitable.
El magnífico conjunto arquitectónico que hoy podemos apreciar, primitivamente fue una modesta capillita ubicada en las cercanías, que gracias a la ayuda y donaciones de vecinos, autoridades e instituciones diversas, se pudo concretar. Esta obra en su momento se consideró de excesiva magnitud pero el tiempo se encargó de demostrar lo contrario.
En un contexto de edificación baja, la Iglesia Santuario de Pompeya emerge y se destaca por sus sobrias líneas de arquitectura neogótica. Al proyecto original de una nave se le agregó, en la década del 20, otra lateral, por el incremento incesante de fieles. El revival de estilos que se produce a fines del siglo XIX en la República Argentina, la acerca a las maravillosas obras de arte que existen en otras latitudes. Sin la envergadura de las antiguas catedrales góticas, este templo se nos presenta como una pieza armónica, una única torre de altura equilibrada, discretos ventanales en ojiva con hermosos vitrales de origen alemán graciosas torrecillas en las columnas exteriores y verja de artístico hierro forjado. Sin las columnas en haz del interior y franjas en listado claro y oscuro en la parte superior, nos hace rememorar a cierta arquitectura toscana, en la decoración de las naves podremos observar pinturas al óleo y estatuas religiosas de muy buena factura.

Anexo al santuario se halla el claustro-jardín para descanso del peregrino. Esta obra del Arquitecto Augusto C. Ferrari sigue el mismo estilo del templo. Se ingresa a la galería del claustro por una sobria puerta de roble en su interior podremos observar una columnata binaria de fuste y capiteles de diversos estilos. Las paredes están decoradas con cuadros de hechos históricos en mayólica y el techo es de madera en listones. En el centro del patio hay un monumento-fuente en bronce de la Virgen de Pompeya, con surtidores de agua y varios elementos que son réplica de los escombros de la destrucción de la ciudad de Pompeya en el primer siglo de la era cristiana. Alrededor de la Virgen hay canteros con árboles y flores y en un costado, un púlpito de estilo lombardo, sostenido por 6 graciosas columnitas. Como observación crítica diremos que siendo el color que predomina un gris de baja tonalidad, el aspecto del claustro se torna algo sombrío.

El barrio quieto con sus calles despojadas; o el bullicio de los pájaros en la pintoresca feria de los domingos; o el viejo puente Alsina de imponente aire colonial; o los pertinaces olores del Riachuelo; el nuevo estadio del club de fútbol de San Lorenzo de Almagro donde crecían los yuyos y la alfalfa, hacen de Pompeya un barrio de sueños y nostalgias.

La caminaron músicos, poetas y cantores que se detendrían en alguna esquina olvidada y desde un viejo almacén para poder contemplar el paso de la chata celeste hacia el corralón de Av. Centenera y Tabaré. Tal vez pasearon por sus calles empedradas Homero Manzi y Aníbal Troilo para inspirarse y componer tangos memorables como Sur o Malena.
La línea H de subterráneos hacia Nueva Pompeya comenzó a construirse. El centro de la ciudad quiere acercarse a la epidermis. Dos largas cintas metálicas enlazarán el bullicio con la calma rutinaria y aislada del lejano sur. Sus habitantes se sentirán integrados a la gran urbe. La marginalidad depresiva irá desapareciendo para inducirlos al cambio. El siglo XXI se asoma y nos muestra un gran proyecto. Se necesitaron 100 años para que Pompeya volviera a existir ya que desde la erección de su magnífico santuario no se habían efectuado obras de tal magnitud.

Con el pomposo nombre de Corporación Buenos Aires Sur, el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires creó un organismo integrado por 12 funcionario para la revitalización de la ciudad. Abarca casi un tercio del total del territorio de la ciudad. Sería bueno que por intermedio de la Guía Total de Buenos Aires, Ciudad Abierta de la Secretaría de Cultura nos enteráramos de la actividad que desarrolla dicha Corporación